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    Diálogo de sordos, choque de trenes?

    Publicado por Raimon Obiols | 18 Diciembre, 2012


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    AznarMaragallEn el primer volumen de sus memorias, Aznar cuenta una entrevista que tuvo con Pasqual Maragall. “Maragall me explicó”, dice Aznar, ”que había que cambiar todo el planteamiento de las obras públicas en España: en lugar de un AVE Madrid-Barcelona, había que construir un AVE Barcelona-Bilbao y otro Barcelona-Valencia, porque eso era lo justo y lo conveniente (…) Me dijo que tenía que “aumentar el respeto y el reconocimiento a la lengua catalana”. Le pregunté: “¿Y eso qué significa?”. Maragall me contestó: “Pues que hay que respetarla más”. “¿Y eso en qué consiste?”. “En respetarla más.” Así terminó nuestra conversación. Una conversación circular, absurda, inútil, en la que Maragall no me decía lo que realmente pretendía porque no me lo podía decir (…) Su verdadero planteamiento era “cuatro años más de Aznar y hacemos que estalle España”.”

    Qué relato más escalofriantemente sintomático! Más que una «conversación circular, absurda, inútil» aquello era un diálogo de sordos y el sordo era Aznar, no sólo impermeable sino frontalmente belicoso hacia todo planteamiento sobre el futuro de España que no coincidiera con su visión imperial. Sarcasmo petulante, sordera e incomprensión absolutas, miedos y prejuicios ancestrales.

    Después vinieron la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto, las campañas políticas y mediáticas del nacionalismo español fomentando la xenofobia contra Cataluña, los continuados ataques furiosos contra el «Tripartito» y contra sus protagonistas, que en algunos casos tomaron un carácter de linchamiento moral, los silencios del mundo cultural y político de las izquierdas de fuera de Cataluña, que vieron desde el primer momento con recelo y bien escasa simpatía la existencia de los gobiernos de Entesa en la Generalitat, y contribuyeron a difundir el mito de un Maragall iluminado.

    En España muchos pensaron, con una miopía notable, que el pueblo de Cataluña tragaría aquel portazo histórico; que aceptaría resignadamente que un Estatuto aprobado por el Parlamento, negociado en el Congreso, votado por mayoría en las Cortes Generales y ratificado en referéndum por el pueblo de Cataluña, fuera recorrido por el Partido Popular y declarado finalmente anticonstitucional. En esta situación, la respuesta fue la manifestación del Once de Septiembre de 2012.

    Yo creo que la amplitud extraordinaria de aquella movilización se explica no sólo por el portazo del Tribunal Constitucional, o por la política hacia Cataluña del gobierno de Rajoy -que sigue la misma pauta de Aznar -, sino también por la tremenda situación económica y social que comenzó a partir de 2008. España aparece cayendo en el pozo aparentemente sin fondo de una profunda crisis. Todas las costuras del tejido social e institucional se tensan y parecen a punto de saltar: los seis millones de trabajadores parados, el aumento de las desigualdades, la situación deseperada de la juventud, se suman la multiplicación de los casos de corrupción, las crisis bancarias y los emolumentos multimillonarios de sus causantes, el desprestigio general de las instituciones del Estado.

    No es extraño que la manifestación del 11-S de 2012, abriera, por primera vez en la historia del catalanismo, una oportunidad relevante a la hipótesis de la independencia.

    La independencia! Releyendo el libro-conversación conversación que Marçal Sintes hizo con Ernest Lluch poco antes de que éste fuera asesinado por ETA, me he encontrado con este diálogo:

    Marçal Sintes: ”Si a la gente usted le garantiza que pulsando un botón Cataluña será independiente y no pasará nada, quizás se sorprendería de los muchos que usarían, el botón»

    Ernest Lluch: «Esta es la tesis de Raimon Obiols, ya la he oído…”

    Este libro se publicó en 2001, poco después de la muerte de Ernest. Pero aquella «tesis del botón», que durante unos años formó parte de la jerga familiar en las discusiones del PSC, es de bastantes años antes. Viene de una reunión del año 1988, en que estaban presentes, entre otros, Ernest Lluch y Maragall.

    Mi “tesis del botón” no era nada del otro mundo, pero tampoco era una boutade. Dije entonces que, en una situación que garantizara que la independencia de Cataluña no tuviera contrapartidas negativas, una mayoría de los ciudadanos estaría a favor. Mi pronóstico no era subjetivo, no derivaba de la sentimentalidad privada de una persona que tuvo Bac de Roda y el alcalde de Cork como héroes de la niñez, era la constatación de una realidad evidente: la existencia en el pueblo de Cataluña de una mayoría contraria a la dependencia y a la dominación. A favor, por tanto, de gobernarse libremente, como es el caso de toda realidad nacional.

    Otra cosa me parecía evidente: que la gente sabía perfectamente que el botón de una independencia sin hostilidades, sin costes ni efectos negativos, dentro y fuera de Cataluña, simplemente no existía. Quizás, afinando, se podría hablar en Cataluña de una mayoría antidependentista más que independentista en el sentido tradicional.

    La asignatura sigue pendiente, y el reto se plantea ahora con más tensión, con más pasión, con una correlación de fuerzas diferente, en una situación no exenta de riesgo: que se hable con preocupación de un peligro de choque de trenes es sintomático. A mí me parece que la inmensa mayoría, en Cataluña y en España, quiere evitar la catástrofe ferroviaria, pero no diría lo mismo de los nacionalismos instrumentales en España y en Cataluña.

    En medio de muchos interrogantes, creo tener claras algunas cosas básicas, que -lo reconozco- pueden sonar a obviedades. La primera es que las decisiones sobre las relaciones que quiere tener con España corresponden al pueblo de Cataluña, que ha de tener la libertad de elegir su futuro. Nadie se l puede negar. Nuestros ciudadanos deben poder decidir su futuro colectivo con una visión clara de las alternativas y posibilidades que tienen delante; con una comprensión plena de la situación específica en que se encuentra Cataluña, que como todos los países se encuentra insertado en un marco concreto de interdependencias crecientes. La segunda es que la salida debe ser democrática, con la máxima unidad posible de las fuerzas políticas catalanas y de la gran mayoría del país. La tercera es que sólo podrá ser una solución negociada sobre una determinada correlación de fuerzas.

    Categorias: General, Política catalana, Política española | Sin Comentarios »

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