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    Jordi Font: Lo mínimo que se puede decir sobre “El mínim que es pot dir”

    Publicado por Raimon Obiols | 9 Abril, 2013


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    “El mínim que es pot dir” es el nombre del libro de memorias políticas de Raimon Obiols que acaba de publicar la editorial RBA. Es también una frase hecha que permite dos interpretaciones antagónicas: que el autor reseña el mínimo que le ha parecido conveniente, de entre todo lo que se puede decir, o bien que, consciente de la envergadura de algunas de las cosas que dice, se apresura a parar el golpe diciendo “es lo mínimo que se puede decir”. Me inclino más por la segunda que por la primera. En cualquier caso, se puede afirmar que Obiols no se queda nada importante en el buche. Que hace un loable esfuerzo de veracidad. Y que no transporta gota de hiel. Cosas no muy fáciles ni frecuentes. Más bien trata de reflejar y comprender la visión de unos y otros, especialmente de aquellos con los que él y Joan Reventós tuvieron alguna tensión política importante, en algún momento determinado, sin que ello desmintiera su amistad o su reconocimiento básico: Josep Pallach, Ernest Lluch, Maragall, los “capitanes” del PSC… Esto tampoco quiere decir que haya, en el libro, ningun azucaramiento, sólo la visión serena que da el paso del tiempo si se sabe manejar bien.

    Se trata de una obra de una importante calidad literaria, que viene a enriquecer la literatura política catalana escrita por nuestros protagonistas (en este caso, escrita “a mano”, dice Obiols, y no la frecuente transcripción periodística de una grabación) . Una obra que se hará imprescindible para entender algunas de las claves de la resistencia antifranquista y de la transición como de la democracia restituida hasta hoy mismo, a la vista de una segunda transición injertada de transición global. Como era de esperar, se trata de una obra de envergadura, que responde a la talla intelectual y política del autor, uno de estos personajes que se dan con poca frecuencia, más aún en un país pequeño, y que, paradójicamente, a menudo no son suficientemente aprovechados, como si fuéramos sobrados. En este caso, no porque no fueran muchos los que reconocían la singular valía, sino por el turno de guardia que le tocó hacer y que aceptó estoicamente.

    En efecto, estuvo dispuesto a hacer de candidato a la Presidencia de la Generalitat cuando nadie quería, durante los “años de plomo” de la hegemonía absoluta del pujolismo, especialmente favorecida por episodios como la querella de Banca Catalana y como el disparo al pie que el PSOE puso en marcha al PSC, al día siguiente del 23-F, con su apoyo a la LOAPA. Alguien que hubiera gastado como único carburante una legítima ambición de poder no habría aceptado hacer esta larga y desagradecida guardia: era un crematorio. Sólo se entiende que la aceptara a causa de su compromiso incombustible con la criatura que, junto a Joan Reventós, había maldado para engendrar y parir: el PSC, el gran partido de todos los socialistas de Cataluña, herramienta estratégica para la unidad civil de nuestro pueblo e instrumento decisivo para conseguir lo que algunos tildaban de utópico o que simplemente rechazaban, el retorno de la Generalidad exiliada, con su viejo Presidente a la cabeza, un “episodio luminoso” y el único hecho rupturista, tal como nos explica, en medio de los claroscuros de la transición democrática española. Sea como sea, Obiols tampoco se está de dejar algo claro: a pesar del contexto adverso, fue capaz de llevar el PSC al número de diputados -ni uno más ni uno menos-con el que, años después, el PSC lograría formar gobierno en la Generalitat con Pasqual Maragall al frente.

    Raimon Obiols y Joan Reventós constituían un tándem efectivo, indisoluble y de larga duración. Dos caracterologías casi contrapuestas -analítico y racional el primero, intuitivo y emotivo el segundo-, pero de una lealtad mutua a prueba de bomba, al servicio de las ideas compartidas. Un tándem en el que Obiols tendió a ser el “transparente”, el cerebro anónimo, el ingeniero en la sombra. No porque Joan Reventós litigara por el escaparate-que también el rehuía tanto como podía-, sino porque Obiols lo empujaba. Extraño comportamiento político, sobre todo visto desde las voluptuosidades y los batacazos de hoy. Obiols, por ejemplo, inventor y conductor obvio del innovador proceso de “Convergencia Socialista de Cataluña”, no figuró entre los doce oradores del gran Mitin de la Libertad, en 1976. Y lo podemos ver, en cambio, en el filme que hizo José M ª Forn, situado a pie de tribuna, entre otra gente, aplaudiendo y animando Reventós, mientras éste hablaba por primera vez delante de tanta gente.

    También es cierto que Obiols sufrió otro handicap que no esconde en el libro: su rechazo instintivo, casi somático, a algunas servidumbres de “las políticas de imagen”, de la “política-espectáculo”, que eran un peaje que se hizo progresivamente ineludible, aunque la actual crisis de la democracia parece estar cuestionando y exigiendo a la política grados cada vez más altos de “autenticidad”. Esta característica de Obiols, que a algunos tanto nos gustó, tenía que ver seguramente con su cuna novecentista, hecho de contención y medida, enemigo de efusiones sentimentales (JV Foix, Carles Riba, y Clementina Arderiu eran algunos de los amigos con quien más se hacía su padre, el pintor Josep Obiols). Y también tenía que ver, sin duda, con la tradición libertaria y antijerárquica que transportaba el MSC, emanada del POUM. Y aún con la irrupción de la cultura antiautoritaria y anticonvencional de los sesenta y los setenta, alérgica a los mercantilismos en boga y que él viviría de lleno. Todo esto hizo de Obiols un personaje especialmente atractivo y políticamente muy creativo, capaz de inventarse, con mucha gente joven, el precursor proceso de Convergencia Socialista de Cataluña (CSC), basado en la autoorganización y la coordinación horizontal , sin jerarquías, con ideas autogestionarias, un proceso que, contra los augurios de algunos, no estalló en diez mil pedazos, sino que dio lugar una fecunda síntesis política. Hoy, más que recordado el pasado, parece un proceso capturado del futuro que se avecina.

    En resumidas cuentas, pienso que Cataluña se perdió un gran Presidente de la Generalidad, que habría tenido un fuerte impacto en la sociedad catalana y que habría creado estilo, un estilo muy diferente la complacencia que a menudo predominó. La narración que hace de los “años de plomo” que tuvo que soportar es una pieza imprescindible, que da nuevas claves y que pone en su lugar el relato dominante, tan connivente y tan erizado.

    Obiols, en este libro, es un testigo y un protagonista de excepción, en primera persona y desde la primera fila de la acción política. O en la voz de testigos directos anteriores a él cuando no se limita al periodo que comprende su dilatada vida política. Porque Obiols, en este libro también remonta, en busca de “las fuentes” del socialismo de posguerra, en 1945, cuando José Rovira y sus -gente del POUM- fundaron el Movimiento Socialista de Cataluña (MSC). Y retorna, descendiendo poco a poco hasta la crecida iniciada con el proceso de Convergencia Socialista de Cataluña (CSC) en 1974 y con el PSC-Congreso en 1976, para culminar, después, en el vasto caudal del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), el 1977-78. Este largo trayecto, orientado hacia la unión progresiva de todos los socialistas de Cataluña, contiene también la interesante narración del complejo proceso del movimiento obrero organizado como también del movimiento universitario, y está fuertemente determinado, siempre, por la voluntad estratégica de alcanzar la unidad de la resistencia catalana contra la dictadura, misión en la que los socialistas deberían jugar un papel decisivo de auténticas y esforzadas comadronas, desde la Mesa Redonda (1967) hasta la Asamblea de Cataluña (1971), pasando por La Caputxinada (1966), la Comisión Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña (1968)….

    Todo ello adquiere aires de epopeya, llena de gente apasionante y de episodios jugosos, a menudo desconocidos, de cuando la política democrática no reportaba ningún beneficio más allá del placer de la camaradería y del compromiso colectivo cumplido, sino todo lo contrario, reportaba graves peligros, sobre todo en la primera posguerra. No eran muchos, pero era mejor no perdérselos: gente discreta y solidaria, valiente y sin petulancias, héroes anónimos y desprendidos, “transparentes” que no hemos conocido y de los que es imprescindible tener noticia y hacer memoria, porque su recuerdo nos obliga a mucho y nos debe hacer mejores. Particularmente, aquella gente que venía del BOC y del POUM, perseguida a muerte por todos los poderes (fascismo y estalinismo), de vuelta de todos los absolutos, conocedora de sus errores y de sus aciertos, más disponible que nunca, consciente de que la dignidad de la persona humana es irrenunciable y que ésta consiste en no rendirse nunca.

    El libro también pasa revista al PSC, a sus metas y en las sedes rodeos, con lucidez y sin acritud. Y los gobiernos de Entesa a partir de 2003, con los presidentes Maragall y José Montilla. Son especialmente interesante la reflexión que saca y la consideración que hace de “preludio” de lo que está por venir y que debe ser diferente, porque tiene que entroncar con las crisis presentes y les dará respuesta. Obiols tuvo un papel decisivo en el proceso de acercamiento entre las izquierdas catalanas hacia un proyecto común. Y se vuelve a imaginar cómo deberá ser el proceso que lleve de nuevo, aunque de otra manera, sin caer en la debilidad superestructural de los gobiernos de Entesa. Deberá ser un proceso de abajo a arriba, a partir de un auténtico movimiento social y cultural de base, regenerador de la política democrática, que conlleve un cambio de cultura política, que sea la masa crítica y la fortaleza sobre la que asentar una obra de gobierno transformadora y continuada.

    Su reflexión, a caballo de la narración, va muy allá y se proyecta sobre el amplio alcance de la grave crisis que padecemos. Desde la crisis en la relación entre Cataluña y España hasta la visión global de un mundo sangriento e insostenible, pasando por la urgente unidad de Europa. Desde la crisis de la política democrática y la necesidad perentoria de una reforma del sistema de partidos y de participación ciudadana, hasta la crítica a la “tercera vía” de Blair y la hegemonía cultural del neoliberalismo que comportó. Reflexiones impagables, de una inteligencia política singular, desde un observatorio privilegiado, que nos dan la dimensión de la gran responsabilidad que compartimos, queramos o no, y de la necesidad de un nuevo compromiso colectivo transformador como única salvación posible.

    Del libro, también se desprende que Raimon Obiols no es de los que se jubilan. El compromiso colectivo, pensar y actuar políticamente, es para él, una constante vital, tan básica como respirar. Su vida política sólo terminará cuando lo haga su biología. Si alguien contaba con ello, deberá tomar paciencia y esperar bastante todavía. Sin compromiso colectivo, dice Obiols, la persona queda incompleta. Y cree, con Riccardo Lombardi, que este es el auténtico elixir de la juventud. Es una suerte que deberemos saber aprovechar.

    Jordi Font
    8 de abril de 2013

    http://fcampalans.cat/activitats_detall.php?idact=986&tipus=col_tots # 1

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