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    El asunto Wolfowitz: un claroscuro

    Publicado por Raimon Obiols | 21 Mayo, 2007


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    Ahora que la polvareda del asunto Wolfowitz en el Banco Mundial ha empezado a disiparse, se perciben las cosas con un poco más de claridad. El paisaje que va apareciendo se ve, a la vez, más sencillo y más complicado que durante el fragor de la batalla. En efecto, el polvo del debate, de la inacabable casuística, de las noticias, rumores y maniobras, actuaba como una especie de cortina de humo.

    Ahora se puede avistar un panorama más despejado, pero al mismo tiempo más matizado, complejo y problemático; no en blanco y negro, sino en claroscuro. Tres cuestiones aparecen, entre otras.

    En primer lugar, el problema no se puede reducir a la cuestión ética del comportamiento de Paul Wolfowitz  y de la señora Shaha Ali Riza. Esto no quiere decir que tal cuestión se pueda minimizar, reduciéndola a una simple anécdota sobredimensionada. No estaría de acuerdo, por ejemplo, la ministra alemana de desarrollo internacional, la socialdemócrata Heidemarie Wieczoreck-Zeul, que en pleno escándalo tuvo que hospedar una conferencia internacional de alto nivel del Banco Mundial con un título que parecía inventado expresamente para aludir a Shaha Riza: “Women’s empowerment is smart economics”.

    Pero tienen razón los que, como Christopher Hitchens, han denunciado el fariseísmo de los que se han rasgado las vestiduras simplemente porque no querían cambios en la maquinaria del Banco o querían mantener el “statu quo” en relación al combate contra la corrupción.

    Admitiendo que la actuación denunciada era grave y condenable (sobre todo en quien hacía bandera de la lucha contra la corrupción), parece también claro, no obstante, que el asunto ha sido un detonante para una ofensiva de los adversarios de Wolfowitz, que por cierto eran muchísimos, dentro y fuera del Banco Mundial. Llovía sobre mojado: la pugna viene de 2005, cuando Bush hizo entrar a Wolfowitz a la presidencia del Banco Mundial, absolutamente a contrapelo de la opinión general.

    Ya entonces, muchísimas voces se alzaron en contra. Circuló, entre otros, un manifiesto (“Ante la propuesta de nombramiento del sr. Wolfowitz”), impulsado desde Cataluña y que contó con la firma de numerosos responsables de organizaciones de la sociedad civil internacional. Joseph Stiglitz, ex economista en jefe del Banco y premio Nobel, llegó a alertar de posibles protestas de calle y violencias en los países pobres. “O es un acto de provocación o es un acto de una insensibilidad tan grande que parece una provocación”, declaró. Los ejemplos de reacciones contrarias a la designación se podrían multiplicar …

    La causa es conocida: Wolfowitz se había mostrado partidario de intervenir militarmente en Irak … desde 1997. Después del 11-S afirmó repetidamente que Saddam Hussein disponía de armas de destrucción masiva y que tenía vínculos en Al Qaeda; aseguró que con la caída del dictador iraquí se establecería un modelo ejemplar de paz y democracia en Oriente Medio. Tres semanas antes de la invasión declaró en el Congreso de los Estados Unidos: “estoy razonablemente seguro de que nos recibirán como libertadores”.

    En segundo lugar, los adversarios del Sr. Wolfowitz no han venido únicamente del campo de los opuestos a la intervención armada en Irak. De hecho, surgieron como setas en el propio interior del Banco, como consecuencia de su gestión presidencial, que retrospectivamente puede ser descrita como una metáfora casi perfecta de la doctrina “neocon” y de la manera de actuar de la administración Bush en los asuntos mundiales: unilateralismo, una cierta arrogancia, carencia de visión madura de las cosas y exceso de ideologismo visionario, justificación moralista y maniquea de la propia política, etc. En general, el “decisionismo” errático y arbitrista parece haber sido la tónica dominante de la presidencia de Wolfowitz que, como ha escrito Stiglitz “en vez de una estrategia de desarrollo ha perseguido simplemente una expansión de la agenda anti-corrupción iniciada por su predecesor, James Wolfensohn”.

    Ahora bién:  los problemas derivados de una falta de objetividad clara y perceptible en este combate contra la corrupción (que aparecía como la prioridad número uno de Wolfowitz) han sido innumerables. ¿Por qué se suspendían programas en la India y no en Indonesia? ¿En Uzbekistán y no en Tajikistan? ¿En el Congo-Brazzaville y no en la República Democrática del Congo? ¿Por qué se ampliaban los programas en Irak, donde la corrupción es de las más graves del mundo? En consecuencia, las suspicacias, los agravios comparativos y las acusaciones de que Wolfowitz actuaba en función de los intereses del gobierno de los Estados Unidos, se multiplicaron exponencialmente … Una nefasta consecuencia de todo ello ha sido que el propio combate contra la corrupción (uno de los peores obstáculos en la lucha por el desarrollo y contra la pobreza) ha perdido legitimación y fuerza.

    En tercer lugar, una cuestión que este desgraciado asunto plantea con urgencia, es la de quién tiene que estar al frente del Banco Mundial,  quién tiene que designarlo y qué reformas convendría emprender. Desde la puesta en marcha, en 1946, de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, ha funcionado un acuerdo no escrito según el cual la designación de la presidencia del Banco Mundial era una competencia de los Estados Unidos y la del Fondo Monetario Internacional era cosa de Europa.

    Ahora se alzan voces planteando la necesidad de un proceso más abierto, calificado y transparente, para la designación de los responsables, que deben ser expertos competentes y legitimados para emprender la ineludible reforma de unas instituciones multilaterales que deberían estar al servicio del desarrollo, la democracia y el buen gobierno, y no de otros asuntos. Ahora, con todas estas trifulcas, la imagen del Banco Mundial ha quedado muy deteriorada. Probablemente la moral de sus miles de empleados no debe ser la óptima, aunque estos días la mayoría probablemente debe respirar aliviada. Será interesante seguir el proceso de designación del sucesor de Wolfowitz y, sobre todo, qué dinámica va a representar.

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