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El futuro del PSC
Publicado por Raimon Obiols | 9 Diciembre, 2010

Al presidente Montilla, Ernest Lluch le llamaba a veces “en Montilla Aguilera”, con un cariño socarrón que quería que descubriéramos en la eufonía de su segundo apellido una confirmación de su condición de catalán y de catalanista. En el ejercicio de su cargo, y especialmente en estos últimos días, Montilla Aguilera ha mostrado no sólo aquella condición que le reconocía Lluch sino también una talla humana y política considerable. Creo que es un dirigente político que no ha terminado su trayectoria, en todo caso, ha dejado ya un testimonio de seriedad que hay que valorar y que contrasta con el espectáculo lamentable de tantos canta-cerrajeros que tratan de hacerse un hueco (espero que por poco tiempo) en el panorama político-mediático.
Las primeras reacciones de los socialistas catalanes han marcado el tono firme y constructivo que quieren mantener en el Parlamento y en la sociedad. La situación económica y social del país y la crisis de la relación de Cataluña con España son cuestiones que no permiten bromas. En estas dos dimensiones básicas de nuestro futuro colectivo, la alternativa es clara: o unidad o declive, o consensos activos en el Parlamento y en la sociedad, o frustración.
Alguien ha caracterizado la pasada consulta como “las elecciones del malestar”. No sería de recibo tener, a continuación, una “legislatura del malestar”, con un Parlamento instalado en el juego disperso y cacofónico de las descalificaciones recíprocas y de las gesticulaciones. El papel de los socialistas no será el que juega la derecha cuando está en el? Oposición, creían que la confrontación y la descalificación absolutas pueden dar, en tiempos de crisis, réditos electorales considerables. Pero los partidos serios no deben sucumbir a esta irresponsabilidad. No tengo una visión angélica de la política, pero Antoni Castells tiene razón cuando advierte que Cataluña tiene un grave problema de degradación de la vida política. Hay que añadir, sin que sirva de consuelo, que no somos una excepción: todo crece la prepotencia de los mercados y de los sectores más poderosos, sin el contrapeso adecuado de la política democrática. Este no es un asunto que implique sólo los partidos sino todos los sectores responsables de la sociedad. Corremos el riesgo de pasar de democracias de opinión a democracias de emociones, o peor aún, a democracias de bajas pasiones y de populismos. En este contexto, las victorias de hoy pueden ser las derrotas de mañana, sin que haya espacio para alternativas serias. Los demócratas tenemos que reaccionar con decisión.
Creo que el PSC lo hará, con un debate tranquilo y a fondo, pensando sobre todo en la sociedad a la que sirve. El PSC tiene un buen futuro por delante si sus hombres y mujeres tienen la inteligencia, el sentido común y el valor para realizar los cambios necesarios. Tiene futuro si mira también atrás, a sus valores y su historia. Durante años, este partido ha sido garante esencial de la unidad civil de Cataluña, porque ha reflejado genuinamente su realidad compleja y plural. En este sentido, el futuro del PSC es un tema que no sólo afecta a los socialistas, es esencial para el país. Mal servicio harán en Cataluña los que se apunten a campañas de destrucción, excitando y obstaculizando la reformulación lenta y serena del nuevo PSC. Joan Majó ha señalado sus parámetros de partida: “Un valiente y profundo catalanismo que reivindique el crecimiento del autogobierno y la corrección del maltrato fiscal, sin exageraciones independentistas ni antiespañolismo. Una inequívoca política socialdemócrata, que sitúe en un mismo nivel libertad y equidad, lejos de un izquierdismo arcaico y de la aceptación callada de las injusticias económicas. Una fuerte reivindicación de la soberanía del PSC en el ámbito español, colaborador pero claramente independiente. Y una decidida política de combate contra la corrupción política en todos sus aspectos, sean o no del·lictius “. Sobre estas bases compartidas debe asentarse el nuevo ciclo del PSC.
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