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    Nou Cicle ante las elecciones del 28 N: Un gobierno de progreso y una alianza para el futuro de Cataluña.

    Publicado por Raimon Obiols | 19 Noviembre, 2010


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    1. El pacto de Entesa se propuso dos finalidades: una acción de gobierno de sentido progresista, y una nueva etapa de más autogobierno, con la aprobación de un nuevo Estatut.

    El primer objetivo se ha alcanzado prácticamente en todos los campos, se ha hecho más en 7 años de gobiernos de Entesa que en los 23 años de gobiernos convergentes. En las políticas de cohesión social, equipamientos, infraestructuras, territorio, investigación, innovación, economía, salud, educación, igualdad de género, inmigración, plan de barrios, seguridad laboral, prisiones, y un largo etcétera, el resultado de la acción de los gobiernos de Entesa ha sido muy positivo y ha marcado claramente un antes y un después. Hay que valorar también que los gobiernos de Maragall y Montilla han sido los más limpios de las tres últimas décadas de autogobierno: ningún escándalo, en contraste con los años de gobiernos convergentes.

    Pero el segundo objetivo ha tenido un balance frustrante. La larga y enrevesada negociación del Estatut y la sentencia involucionista del Constitucional han generado indignación, desorientación y desafección. Esto, en vez de producir una confluencia de las diferentes fuerzas políticas catalanas, ha tendido a generar dispersión. La manifestación del 10 de julio contra la sentencia del Constitucional no ha dado lugar a una respuesta con planteamientos políticos comunes. Las diferencias entre los partidos de la Entesa y entre estos y la oposición se han acentuado. Aun en el campo de la independentismo hay una evidente fragmentación.

    2. Las elecciones tienen lugar en un contexto de dificultades: la crisis y el paro, la larga negociación del nuevo Estatuto y la sentencia del Constitucional, las campañas de la derecha política y mediática; gérmenes de populismo y de fomento de la antipolítica.

    Al inicio de la legislatura, el paro era el principal problema para el 19% de la opinión, ahora lo es por el 66%. El impacto de la crisis financiera y económica mundial, que estalló en 2008, se hace sentir profundamente. Cataluña tiene un modelo económico más industrial e internacional que el español, el gobierno de la Generalitat ha dado respuestas económicas y políticas adecuadas, hay signos de salida de la crisis, se está creando la mitad del empleo de todo el Estado, pero la recuperación es lenta y los problemas son considerables.

    Existe, además, la expansión de la antipolítica y de la desafección democrática. Es un fenómeno general: en toda Europa se crean sentimientos de descontento, de miedo al futuro, de inseguridad y desconfianza. Crecen los gérmenes populistas y xenófobos. Este proceso, que encuentra en la crisis un terreno abonado, no es espontáneo. Hay intentos de instrumentalizar la opinión pública por parte de poderes económicos, mediáticos y políticos que fomentan la antipolítica, el desánimo y las divisiones.

    Cataluña no es una excepción. Existe el riesgo de una elevada abstención de un Parlamento muy fragmentado. Hay que evitar una legislatura del malestar. Una situación de todos contra todos y una huida hacia delante hacia objetivos irrealizables en los próximos años, llevarían a la frustración. La irresponsabilidad de enfrentar los catalanes unos contra otros no llevaría a ninguna parte. Limitarse a la agitación y la propaganda, a la retórica o a las políticas de “pájaro en mano” es caer en la resignación, el oportunismo y la frustración.

    3. Se ha alertado con razón sobre el riesgo de frustración que deriva de plantear como objetivos de la legislatura el federalismo, la independencia o el concierto económico. No es fácil el camino hacia un modelo de federalismo fuerte, plurinacional, con contenido. Aún lo es menos el modelo de la independencia. El modelo del concierto económico tampoco es viable: para homologarse al caso de Euskadi se necesitaría la reforma de la Constitución. Decir lo contrario es engañar a la gente. No hay fórmulas mágicas.

    Para evitar este riesgo, el nuevo gobierno que salga de las elecciones del 28N debe continuar y mejorar la obra de progreso realizada en los últimos años y ha de plantear una nueva política de acuerdos que enfoque de manera realista y eficaz el desarrollo de las libertades y competencias del autogobierno de Cataluña y el fortalecimiento de su unidad civil.

    Hay que definir los retos verdaderos y las oportunidades reales. El objetivo inmediato es, de manera irrenunciable, recuperar todos los contenidos del Estatuto pactado entre el Parlamento de Cataluña y las Cortes Generales, es decir, entre los representantes democráticos de Cataluña y del conjunto de España. No se puede abandonar la partida ahora. No hay que renunciar para volver al cómodo tira y afloja del pasado. Nuestro autogobierno debe defenderse día a día y desde las cotas ganadas. Se deben realizar los traspasos previstos, las reformas legislativas y políticas necesarias, en materia de descentralización, de gestión de infraestructuras, etc.

    4. El gobierno del Estado y las fuerzas democráticas mayoritarias que votaron el Estatut en las Cortes deben cumplir el pacto suscrito con el pueblo de Cataluña. Deben dar una respuesta democrática y progresista ofensiva del centralismo y el nacionalismo de la derecha española y deben tener el valor de avanzar en el reconocimiento de la realidad plurinacional del Estado.

    Para sumar Cataluña y Euskadi la transición hacia el Estado democrático fue imprescindible reconocer el derecho a la autonomía, que se generalizó a todos los territorios del Estado español. Pero esta fase autonómica no ha resuelto el problema de la plurinacionalidad del Estado ni el encaje positivo de Cataluña y de Euskadi. No hay un “problema catalán” o un “problema vasco” que se pueda ir trampeando, a la espera de una asimilación nacional española que no se producirá. Hay un problema irresuelto de la democracia española y queremos escuchar las palabras de la España democrática y progresista sobre e el “problema español”, sobre el reconocimiento de la realidad plurinacional del Estado, sobre la igualdad de derechos y deberes de las lenguas oficiales, sobre la efectiva descentralización de la justicia, sobre el encaje democrático de Cataluña y Euskadi con España.

    5. Los grandes temas de los próximos cuatro años serán la salida de la crisis y la creación de empleo, el mantenimiento y la mejora de los servicios públicos, la cohesión social y la unidad civil, el aumento progresivo del autogobierno, la incorporación de la nueva inmigración en la sociedad, la cultura, la lengua y la política catalanas, un modelo de país apoyado en la cultura del trabajo y de la responsabilidad; la evolución hacia una economía productiva, eficaz y socialmente responsable; mejores infraestructuras, una sociedad más sobria y sostenible y un territorio más ordenado. Queremos un país con un orden justo y queremos que Cataluña sea una comunidad de respeto.

    Un gobierno de la derecha sería un retroceso peligroso. Con el apoyo del PP, un gobierno convergente tendería a una política de privatización de los bienes públicos y de individualismo a ultranza. La propuesta de CiU de reducir la administración pública en un 20% es temible: se inscribe en la corriente que gobierna en Gran Bretaña, Francia o Italia. Esto significaría la evolución hacia una sociedad de mercado, con nuestros bienes comunes (de la educación y la sanidad hasta la vivienda y el territorio) tratados como mercancías objeto de la especulación, con precariedad del trabajo, deslocalizaciones, derroche de posibilidades de futuro.

    Queremos una mayoría de gobierno que continúe y profundice, en un sentido social y ecológico, las políticas serias y progresistas que se han desarrollado en los últimos años. Queremos una mayoría de gobierno que sea una garantía de progreso, de unidad civil, de cohesión social, de construcción nacional.

    6. Que el nacionalismo español quiere fragmentar la sociedad catalana es evidente. Pretenden aprovecharse de la complejidad social, lingüística y cultural de la sociedad catalana para generar confrontaciones y rupturas en el terreno de la lengua, del sistema educativo, de la integración y socialización de la nueva inmigración. Nos quieren ver exaltados, irreflexivos y divididos. No debemos procurar esa satisfacción. Debemos evitar hacer el juego a estos intentos de confrontación por razón de sentimientos de identidad. El caso del País Valenciano nos debe alertar. Debemos anteponer la cohesión de la sociedad catalana a toda otra consideración: el valor absoluto es la unidad civil.

    El rasgo más positivo del catalanismo popular ha sido su capacidad de producir un sentimiento de pertenencia común de todos los ciudadanos y ciudadanas. De ello, hemos dicho la Cataluña-crisol, hecha de ciudadanos y ciudadanas venidos de todos los horizontes y unidos por una conciencia ciudadana común.

    Es vital mantener la unidad civil del pueblo de Cataluña, sometida hoy a provocaciones que buscan polarizar y dividir nuestra sociedad. El riesgo que se plantea es una posible centrifugación multicultural y civil, un deterioro producido por una progresiva confrontación de identitarismos, una progresiva disgregación social, cultural y política.

    Algunos acusan a los socialistas de exagerar este riesgo. Quienes lo hacen desconocen la realidad del país. El catalanismo popular de los partidos y sindicatos de la izquierda social ha sido un crisol formidable, un factor esencial de cohesión social y de unidad civil de Cataluña. Debe seguir siéndolo. Nuestra nación se enfrenta al reto de la integración de los nuevos inmigrantes. Les tenemos que decir que vale la pena hacerse en este país y hacerse de este país, donde han nacido o nacerán sus hijos y sus nietos.

    7. Las candidaturas socialistas representan un amplísimo sector de ciudadanos y ciudadanas que amamos Cataluña sin levantar la voz, sin radicalismos ni retóricas instrumentales. Que creemos que Cataluña es y debe seguir siendo una comunidad basada en el respeto. Que no queremos manipulaciones populistas ni fugas hacia adelante. Que tenemos un sentimiento de pertenencia a una sociedad común, y queremos que este sentimiento de pertenencia común permita que la nación establezca libremente, sin manipulaciones y divisiones, su identidad colectiva, de manera cohesionada , unida, igualitaria, democrática y pluralista. Sin la excitación, la instrumentalización y las confrontaciones de los nacionalismos instrumentales y excluyentes.

    Somos la mayoría del país y sólo la antipolítica y la abstención pueden impedir que seamos una mayoría política. El presidente Montilla, nacido en Andalucía, catalán y catalanista por elección, simboliza esta Catalunya real. Él ha planteado claramente, en esta campaña, la cuestión de fondo: no sólo la cuestión esencial de la alternativa entre un gobierno de progreso o un gobierno de la derecha, sino también la cuestión, no menos esencial, de optar por una perspectiva de diálogo y de acuerdos y de superación de las confrontaciones o las divisiones estériles en nuestro país. Por ello, el presidente Montilla tiene todo nuestro apoyo y pedimos a todos que le den su voto.

    Por dos razones: porque falta un gobierno de progreso en la Generalitat y porque la situación, tras las elecciones, exigirá sensatez, diálogo y respeto entre unos y otros, acuerdos amplios, de sentido común, alianzas estratégicas de país.

    Es necesario que, por encima de las diferencias, nos una la causa común de Cataluña, de su cohesión y preservación, de su libertad, de su futuro nacional. Cataluña dividida no podría ganar. No podemos renunciar a la unidad civil del pueblo de Cataluña y a la unidad del catalanismo en su pluralidad.

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