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Barcelona, la Bruselas del sur
Publicado por Raimon Obiols | 22 Mayo, 2009

El 7 de junio, los ciudadanos y ciudadanas de los 27 estados miembros de la Unión europea elegirán a sus 736 representantes en el Parlamento europeo.Lo que se juega es muy importante. En muy buena medida, los resultados de esta elección determinarán el tipo de salida que Europa adopte ante su doble crisis: la económica y la institucional.
En Cataluña, la campaña ha empezado hoy. Después de unos días de debates de precampaña con las personas de las otras candidaturas, he podido constatar con inquietud que todos ellos han emprendido la vía de unas campañas cerradas, reducidas a la política local, donde los grandes temas del porvenir europeo prácticamente no son evocados.
Este tipo de campañas “egocéntricas” no son, naturalmente, exclusivas de nuestro país. De hecho, en casi todos los otros se procede también a plantear las elecciones europeas como un test para comprobar o refutar el apoyo de los gobiernos correspondientes.
Es una lástima, porque se corre el riesgo de pasar de lado, con respecto a las cuestiones esenciales. El Parlamento europeo es una institución poderosísima. Es una cámara democrática que se sitúa al nivel del Senado o el Congreso norteamericanos, y quizás por encima de todas las otras asambleas democráticas del planeta. “Tendría que suscitar“, escribe Le Monde hoy, en su editorial, “el orgullo o al menos el interés de los electores“. Por desgracia, y en razón de una serie de causas que ahora no comentaré, las cosas son diferentes. La abstención será probablemente alta.
No lo tendría que ser en Cataluña, por múltiples razones. Mencionaré una, que me parece importante. Nuestra capital, la ciudad de Barcelona, ha alcanzado un atractivo extraordinario en el conjunto de la UE. Millones de ciudadanos y ciudadanas de Europa la visitan a lo largo del año. Muchos de ellos contrastan la visión de una ciudad abierta, moderna, bella, bien gestionada, económicamente potente, con un urbanismo y una arquitectura de referencia mundial y un dinamismo cultural vibrante, con la situación concreta – muy a menudo cargada de problemas, colapsos y parálisis – de sus urbes… Ven Barcelona como una capital europea de referencia, como el Bruselas del sur (y, entre paréntesis, el contraste entre las dos ciudades y su gestión nos sitúa en muy buena posición).
De acuerdo: no tenemos que caer en una autosatisfacción satisfecha. Nuestra capital no es tan “tricampeona” como nuestro club y no tiene resueltos todos sus problemas… Pero sería absurdo que no respondiéramos al hecho evidente que Barcelona no está alcanzando no solo una alta proyección internacional sino también un papel de capitalidad europea y mediterránea. Barcelona es la sede del secretariado general de la Unión por el Mediterráneo. Es el centro impulsor de la región euromediterránea, y de un continuado proceso de iniciativas de alcance europeo e internacional. Si el Parlamento europeo fuera libre de elegir su sede, no tengo ninguna duda que una candidatura de Barcelona tenga todas las posibilidades de ganar. Barcelona es ya hoy la capital europea del sur, y desde Cataluña tenemos que responder al reto y la responsabilidad que eso significa.
Yo creo que nos tendríamos que proponer, desde Barcelona y de Cataluña, combatir frontalmente a favor del futuro europeo. Que tendríamos que afirmar con fuerza que Europa tiene un gran futuro por delante y un gran papel a jugar en el mundo. Que tendríamos que asegurar que Europa representa una vía original y fecunda de superación de las confrontaciones y las desigualdades. Que tendríamos que demostrar que Europa tiene la capacidad de inventar nuevas respuestas creativas y colectivas a la crisis actual. Que nos comprometamos a construir una nueva mayoría europea que haga frente de manera coordinada a la crisis económica y que desbloquee la parálisis institucional mediante la rápida puesta en marcha del Tratado de Lisboa.
Todo eso lo tendríamos que decir desde todas las candidaturas democráticas catalanas. Y el debate tendría que centrarse en eso, que es lo esencial.
Una campaña europea y europeísta, es decir no reducida a las confrontaciones partidistas locales sino abierta a los grandes retos comunes de los europeos y las europeas, es un camino mucho mejor, incluso para afirmar nuestra identidad, que el de las controversias cerradas en torno a los asuntos de la política de casa.
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