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Necesitamos (¡urgentemente!) el Tratado de Lisboa
Publicado por Raimon Obiols | 29 Abril, 2009

En estas elecciones europeas, en Cataluña se da una anomalía notable: excepto Maria Badia, los candidatos de los otros partidos catalanes afirman con toda la tranquilitat del mundo que votaron en contra de la Constitución europea y que se oponen al Tratado de Lisboa.
Pero sin Tratado de Lisboa, la UE va a la deriva. Ahora, Mirek Topolanek, el primer ministro checo, que dejará sus funciones la semana que viene porque fue derrotado por una moción de censura, pero que entretanto ejerce de Presidente del Consejo, ha concedido una entrevista al diario israelí Haaretz, en la que critica a la comisaria de relaciones exteriores, Benita Ferrero-Waldner, que acaba de recordar el rechazo de la UE a hacer avanzar un acuerdo de asociación con Israel mientras el nuevo gobierno de derechas de este pais no reconozca la creación de dos Estados, Israel y Palestina. Topolanek ha dicho que las de Benita Ferrero eran “unas declaraciones verdaderamente precipitadas” y que “valen lo que valen las declaraciones de un comisario“. Este segundo comentario me parece particularmente grave y significativo de hasta qué punto se está produciendo un deterioro institucional en la Unión europea. La comisaria, en efecto, no había hecho otra cosa que recordar la decisión adoptada por el Consejo europeo de jefes de estado y de gobierno del pasado mes de diciembre. Y ha tenido razón replicando a Topolanek diciéndole “le aconsejo que se lea las conclusiones del Consejo“. Hasta que la presidencia sueca tome el relevo de la checa, el próximo 1 de julio, el prestigio internacional de la UE se deteriora cada semana, y puede pasar cualquier cosa …
Necesitamos (urgentemente!) un presidente estable del Consejo, un ministro de asuntos exteriores… y un presidente de la Comisión que no nos sea impuesto por una coalición de gobiernos de los Estados, sino votado por una mayoría del Parlamento europeo.
Hay, también, otra cuestión de primera orden a favor de la rápida ratificación del Tratado de Lisboa. Una disposición del mismo (artículo 17-7) prevé que el Presidente de la Comisión, designado por el Consejo europeo de los jefes de estado y de gobierno, tendrá que serlo teniendo en cuenta el resultado de las elecciones europeas y, después de consultados los grupos políticos, tendrá que ser elegido por el Parlamento europeo “por mayoría de los miembros que lo componen”. Dicho de otra manera: tendrá que reunir al menos 376 votos. Con el Tratado de Niza actualmente vigente, hay bastante con una mayoría simple del presente.
Se dirá que el Tratado de Lisboa no estará en ningún caso vigente el mes de junio. Pero los juristas del Parlamento europeo señalan que hará falta que el Presidente de la Comisión se someta a un voto de confirmación cuando el Tratado de Lisboa entre en vigor (si un nuevo referéndum en Irlanda lo permite, sería a principios de noviembre de 2009). Eso significa que el margen de maniobra para negociar un candidato o candidata más progresista que Barroso (que aspira a continuar) y, todavía más importante, negociar también, en el mismo proceso, la persona que tiene que presidir el Consejo por un periodo mínimo de dos años y medio. Eso abre la posibilidad de no negociar no sólo nombres, sino también compromisos programáticos más adelantados, especialmente en los campos social y ambiental, y en el de la coordinación económica.
No se comprende, en estas circunstancias, que, excepto Maria Badia, todos los otros candidatos estén en contra de la ratificación del Tratado de Lisboa. Con esta actitud se ponen objetivamente al servicio de los euroescépticos y de la derecha del PPE.
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