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    Los amigos de Cataluña

    Publicado por Raimon Obiols | 28 Enero, 2009


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    El nuestro es un país de paradojas: los que se proclaman “imparables” se detienen a menudo a los cuatro pasos, pero en cambio hay siempre un fondo de tenacidad, a menudo silenciosa, que acaba salvando obstáculos aparentemente insuperables. No es exactamente el juicio y el arrebato. Es la tendencia, por una parte, a la gesticulación verbalista y fachenda y, de la otra, la persistencia de actitudes, en la base del país, de fiel continuidad, de idealismo realista; una tozudez de la identidad colectiva, una voluntad congénita de no ser otra cosa que aquello que somos. Como país, eso nos ha salvado.

    Los cimientos populares de la identidad catalana son muy buenos, muy sólidos. ¡El popolino romano se quejaba de los Borja al Vaticano (“o Dio, la chiesa in mande dei catalani”!); ¿sin embargo, qué habría estado de Cataluña en manos de un popolino romano? No lo sabremos nunca. Sí sabemos, en cambio, que nuestro pueblo ha superado todos los descalabros: la de 1714, la de 1939, con la tentativa de aniquilamiento de las libertades y de la lengua. Y todavía otros. La constancia ha producido victorias.

    Y también la solidaridad, el trato abierto, igualitario y respetuoso de las diferencias, la identificación generosa con la causa común del progreso. Los rasgos del pueblo de Cataluña que enamoraron al Orwell del Hommage to Catalonia, cuando combatía a las órdenes de Josep Rovira y de Josep Pané en el frente de Aragón.

    Un catalán, Ramón Fernández Jurado, nacido en Andalucía, luchó con Orwell en la misma división. Con seis heridas de guerra, Ramón hizo la clandestinidad de los años 40, se exilió en Chile, volvió a Cataluña, y murió siendo diputado socialista en el Parlamento de Cataluña. Yo había hecho muchas horas de carretera con Fernández Jurado. Era capaz de recitar de memoria casi todo el Romancero gitano de García Lorca, y era maestro de catalán en El Hospitalet y en Bellvitge; escribía poesía en catalán.

    Un día, Fernández Jurado me explicó un chiste más viejo que el ir a pie. Es aquél en lo que Babar, el rey de los elefantes, encarga a algunos europeos libros sobre su especie. El alemán hace a uno, de centenares de páginas, con el título “Prolegómenos de la condición metafísica del elefante”. El francés, uno breve tratado sobre “El elefante y el amor”. El catalán, un texto sobre “El elefante y la cuestión nacional catalana”.

    No quise decirle a mi amigo que conocía aquel inocente  chiste desde mi más tierna infancia. Pero ahora pienso que, en el fondo, el chiste no es tanto inocente. Apunta a la tendencia irrefrenable de algunos a verlo todo desde el prisma de la obsesión identitarista. Creedme: es contraproducente. Sometidos a disquisiciones inacabables sobre nuestra identidad, ni Orwell se hubiera hecho amigo de Cataluña, ni Fernández Jurado se hubiera hecho catalán.

    Categorias: Política catalana, Semblanzas, Socialismo | Sin Comentarios »

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