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    Escuela, política y socialismo

    Publicado por Raimon Obiols | 6 Abril, 2007


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    En una entrevista publicada en el número 50 de la revista Barcelona, metròpolis mediterrània, la pedagoga Marta Mata dijo algo que impresiona en su tremenda simplicidad: “Yo he visto matar la escuela y he visto cómo la escuela resucitaba”.
    Tenía 10 años cuando empezó la guerra civil y, por lo tanto, como explicaba en la entrevista, tuvo tiempo de “conocer una escuela excelente, el Institut Escola de la Generalitat de Catalunya”. Si, como se ha dicho, “la verdadera patria es la infancia”, Marta Mata conoció de pequeña, tanto en la escuela como en casa, una patria impregnada de esperanza en un periodo exultante de nuestra historia colectiva, en el que, con el advenimiento de la República y la Generalitat, todas las simientes de una esperanza colectiva parecían germinar.

    DESPUÉS VIO, a lo largo de la guerra civil y en la amargura de una prolongada posguerra, como “mataban la escuela”. Marta recuerda cómo en su casa los mayores decían: “La guerra es dura, pero quizá será peor la posguerra”. Y, efectivamente, añade, la posguerra lo fue: “Para mí fue peor, en muchos aspectos, que el hambre y la supervivencia-”. No me parece nada arriesgado sacar la conclusión de que esta primera experiencia –el nacimiento y la muerte de la nueva escuela– constituyó el fundamento básico sobre el que se construyó la vida de Marta: una tensa trayectoria orientada a la resurrección de la escuela catalana.
    Este hilo conductor da sentido a una prolongada e intensa acción. Desde los primeros tanteos de una maestra adolescente en la pequeña escuela de Saifores, pasando por la eclosión de su vocación y de su práctica profesional –su fecunda etapa del activismo de la enseñanza con el lanzamiento de las Escoles d’Estiu y en la reanudación de los movimientos de renovación pedagógica– y su acción política como diputada y senadora en Madrid, parlamentaria en Catalunya y concejala en el Ayuntamiento de Barcelona. Fue una vida fecunda, ligada a un drama colectivo y a una esperanza tenaz.

    NO ES extraño tampoco, en esta perspectiva, que, en la misma entrevista que he citado al principio, Marta Mata invirtiera y diera un nuevo sentido complementario a una conocida frase de Rafael Campalans (“política significa pedagogía”), al decir: “Yo, en un momento determinado, entendí que tenía que utilizar la frase al revés: pedagogía es política”.
    Del mismo modo en que la política, en su expresión más real y más noble, es pedagogía, también esta –si quiere entenderse en su dimensión más fecunda de emancipación, equidad y libertad– debe ser política: ni puede quedar al margen del drama colectivo –como la tensa e intensa experiencia de la patria infantil le enseñó para siempre a Marta Mata– ni puede abdicar de unos objetivos de decencia cívica, de solidaridad colectiva, de compromiso con los demás, de pasión por un futuro mejor.
    Hay una expresión que Marta Mata y su amiga Maria Aurèlia Capmany usaban a menudo (la primera, con enfática sonoridad teatral; la segunda, con una dulce firmeza característica): era la exclamación “¡Evidentemente!”.
    Creo que fue por una sensación de evidencia que Marta Mata asumió un compromiso de partido, que, con las servidumbres que cualquier acción política supone, no era cosa fácil (ya que implicaba, usando unas palabras de Thomas More, “un deber de buen ciudadano, que sacrifica a los intereses generales unas repugnancias particulares”). Para el socialismo catalán, este compromiso, al igual que el de Maria Aurèlia Capmany, será siempre un motivo de satisfacción y orgullo.
    En la entrevista a la que ya he hecho referencia antes –uno de los escasos textos que conozco en el que Marta Mata nos habla de ella misma–, la periodista le plantea una última pregunta: “¿Todavía se siente socialista, o socialista con matices?”. La pedagoga responde sencillamente: “Socialista”. Y al insistir la entrevistadora: “¿Socialista como el primer día?”, Marta responde, aparentemente con un punto de ironía, “un poco más que el primer día”.

    PERO, ENTRE una cosa y otra, si contemplamos los rasgos dominantes de este inicio de siglo, tal vez este “un poco más” que pronuncia Marta Mata significa algo más que una simple respuesta iró- nica. Quizá Marta Mata nos dijo, con esta pequeña frase, que en el mundo del apoteosis barroco del mercado y del dinero, de las desigualdades y las injusticias, de los repliegues individualistas, de la barbarie y de la desconfianza crecientes, el riesgo de una “muerte de la escuela” tiene un rostro nuevo, pero tan temible como el de esos lejanos años de la posguerra. Y que, ¡evidentemente!, hay que seguir luchando contra la indiferencia y el egoísmo, contra la fuerza corrosiva del olvido y la des- esperanza, por la escuela, por una política decente, e incluso, quizá, nos dice Marta, por “un poco más” de socialismo.

    Raimon Obiols

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