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Desregulación moral
Publicado por Raimon Obiols | 25 Enero, 2008
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La sarcástica y paradójica contradicción de las derechas actuales es que no hay factor tan corrosivo para los valores más proclamados por los conservadores (familia, comunidad, religión, patria, etc.) que las fuerzas implacables del neoliberalismo, y sus efectos culturales, de carácter consumista y materialista. Los socialistas no tenemos este dilema, y no por falta de valores sino porque defendemos un enfoque equilibrado entre la importancia económica del mercado y de los intereses individuales, por una parte, y de la otra la regulación democrática orientada a los intereses colectivos, a la justicia y la moral social y a la solidaridad humana.
La posición de Friedrich Hayek (el principal autor de referencia del neoliberalismo) es clara en este punto: define la moralidad como el conjunto de actitudes necesarias por el mercado y desarrolladas en el mercado; es decir un conjunto de reglas sobre la propiedad privada, la honestidad en los negocios, el respecto de los contratos, el comercio, la competencia, la investigación de la ganancia, la privacidad, etc. A causa de la evolución social, argumentaba Hayek, los principales valores compartidos son la libertad y la investigación ilimitada de bienes materiales. Repudiaba así, explícitamente, la solidaridad y el altruismo en tanto que valores socialmente relevantes: pertenecían a la esfera privada, a la familia o las asociaciones voluntarias.
El neoliberalismo hayekiano, y sus versiones extremistas actuales, tienen poco que ver con las posiciones de un Adam Smith, que escribía en su Teoría de los sentimientos morales: “Por egoísta que se suponga que es el hombre, hay evidentemente algunos principios en su naturaleza que hacen que se interese en la fortuna de otros, y ligue la propia felicidad aunque no obtenga más placer que contemplarla”.
Negando toda legitimidad a los valores altruistas y combatiendo encarnizadamente toda tentativa de extenderlos a la esfera pública (para que, decía, no hacía otra cosa que aniquilar estos valores y llevarnos a la servidumbre), Hayek era, naturalmente, consciente de una dura paradoja. Pero proponía resolverla simplemente por el camino de aprender a “vivir simultáneamente con diferentes tipos de órdenes por los diferentes ámbitos – el de los mercados y el de la familia. Tenemos que ser rudamente egoístas en el mercado y dulcemente cariñosos (‘sweetly caring’) en la familia, codiciosos en el trabajo y generosos en el hogar…”.
El problema insalvable por el neoliberalismo es que, en la realidad generada por su hegemonía en las últimas décadas, estos dos mundos no se desarrollan en paralelo, no pueden mantenerse autónomos. Un mundo (el del mercado, el dinero) está lentamente mercantilizando el otro (el de las relaciones humanas, la moral pública, la cultura, el arte o el deporte), y puede convertir las economías de mercado en sociedades donde todo obedezca a la lógica de mercado, todo se convierta en mercado, todo tenga un precio, todo pueda ser comprado. El paradigma intelectual de Hayek, denunciando “el atavismo de la justicia social” o rechazando cualquier obligación moral en la esfera económica, toma, en el mundo del turbocapitalismo globalizado del siglo XXI, un carácter de lenta y persistente agresión que ataca todas las relaciones no mercantiles y tiende a mercantilizarlas.
En este contexto, los llamamientos a la responsabilidad individual quedan contaminados: pueden confundirse con apelaciones a la autoaceptación resignada de las desigualdades y de las lógicas de dominación. Eso hace que todas las proclamas neoconservadoras contra el “relativismo moral”, o la denuncia del papa Ratzinger contra la “dictadura del relativismo”, en la medida que los que las hacen o bien sustentan el fundamentalismo de mercado o bien hablan en términos de poder y jerarquía (pero no de igualdad, solidaridad y sostenibilidad) no sólo no aciertan a dar respuesta al proceso de desregulación moral del mundo contemporáneo sino que contribuyen de hecho a alimentarlo. Sólo una perspectiva razonable y concreta de superación de las situaciones de injusticia y de dominación permite combatir la desregulación moral que comporta la expansión de la sociedad de mercado. Es entonces cuando la gente responde en apelación a la responsabilidad individual (que ha sido, por otra parte, una constante de la mejor izquierda: “reclama tus derechos y cumple con tus deberes” de las socialdemocracias nórdicas).
Categorias: General, Mundo, Socialismo | 1 Comentario »
Marzo 17th, 2008 at 17:33
[...] en este bloc, hace unas semanas, hablando de la desregulación moral, que “la sarcástica y paradójica contradicción de las derechas actuales es que no cabe [...]