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    Comunicación y manipulación

    Publicado por Raimon Obiols | 28 Diciembre, 2007


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    Vivimos una época de mediatización de la política i de politización (a veces oculta, subliminal) de los medios. El factor de “mediatización” o, si queréis, paradójicamente, de “inmediatización” de la política y de los mensajes políticos, sobretodo a través de la televisión, es un factor característico de nuestro tiempo. Como dijo un periodista francés, si Émile Zola se hubiese dirigido hoy al presidente de la República Francesa sobre el caso Dreyfuss, diría “J’accuse!” en un corte en la tele y no podría añadir gran cosa más.

    Este condicionante mediático e “inmediático” (como decía Felipe González) lleva a que los discurss de los líderes políticos sean cada vez más elementales, una suma de eslóganes hechos por “spin doctors” o publicitarios, dirigidos a las emociones de un público consumidor y pasivo. Un editorialista de “The Guardian” decía que los discursos de Tony Blair le parecían más bien composiciones musicales que piezas de retórica, es decir, discursos más bien destinados a producir impresiones y sentimineot s que a argumentar o informar. En la televisión se tiende a borrar la frontera entre información, debate y entretenimiento: en Cataluña, por ejemplo, el programa político de mayor audiencia es, probablemente, la serie “Polònia” (excelente, por otra parte).

    Cuando los poderes económicos y políticos controlan una porción consistente de los medios audiovisuales (el caso de la Italia berlusconiana ha estado hasta ahora el ejemplo extremo) los efectos tóxicos de la manipulación política resultan avasalladores: el poder fija la agenda – de que se habla i de qué no se habla-, determina los ángulos de visión – desde que punto de vista hay que presentar las noticias y los temes “a debate” -, impone los valores dominantes – como hay que judiar las cosas, en qué principios se apoyan los juicios, qué valores se difunden, qué prestigios se crean. Es el desarrollo de una política mediática que apunta a la persuasión emotiva de las personas, substituyendo la información equilibrada y la argumentación plural por un espectáculo dominado por la manipulación, por el aumento de la presencia propia y por la minimización de la presencia de los competidores o adversarios.

    Cuando se crea una situación de esta naturaleza, prácticamente todos los participantes en la contienda política así mediatizada tienden a acabar entrando en el juego: los políticos no tienen otro remedio que prestarse al espectáculo. Entonces, sus gabinetes, asesores i “spin doctors” los instruyen y entrenan, para que consigan los efectos (“spin”) más favorables, presenten la mejor imagen propia, reenvíen la pelota al campo del adversario, distraigan la atención del espectador cuando una dada o argumentación les es favorable, etc.

    Giancarlo Bosetti[1] ha estudiado las transcripciones de las ediciones de mayor audiencia de los informativos italianos, en las dos semanas previas al inicio de la campaña electoral de 2006, y ha realizado un catálogo de técnicas utlizadas por la televisión berlusconiana. He aquí algunos de los “factores de spin” (efecto) detectados, con sus abreviaciones:

    IX: “indexing”: producció de “noticias” y comentarios en cadena, encaminados a aumentar la relevancia pública de un tema.

    FR: “framing pro domo sua”: se escoge una lengua o una presentación que trata de conseguir una buena iluminación para las posiciones propias y poca luz para las otras.

    DS: discriminación de secuencia de cierre. En las informaciones y en los debates, se deja la última palabra a los interlocutores preferidos.

    OM: omisión. Se hace desparecer la notícia que perjudica al bando propio.

    MD: maniobra de distracción. Se introduce un comentario o argumento que produce distracción y hace girar la atención del público hacia otra banda.

    AI: altercado de interrupción. Cuando las cosas van mal en una discusión, se procede a ataques personales, interrupciones o declaraciones efectuadas a ritmo rapidísimo, para girar página en el debate.

    AH: “ad hominem”. Son los argumentos que huyen del tema del cual se habla, substituyéndolo por un ataque al sujeto que se tiene al delante en la discusión.

    IR: “in re”. Las argumentaciones referidas a los hechos i opiniones sometidas a discusión (en general no abundan).

    En realidad, la retórica ha usado siempre estas armas, de una u otra manera, más consciente o más instintiva. La novedad ahora es su irradiación de masas, su persistencia persuasiva, su profesionalidad manipuladora. Comentando esta situación, Bosetti cita Bertrand Russell que decía que una de les tareas de la educación en democracia tenía que consistir en “hacer los ciudadanos inmunes a la elocuencia”. Hoy esto significa que hay que protegerse de la magia de las palabras y de las imágenes i rechazar el veneno compuesto por el cocktail diario (cuando la televisión o la radio son manipulados) de contenidos brutales y técnicas comunicativas sumamente sofisticadas.

    [1] Giancarlo Bosetti, Spin.Trucchi e tele-imbrogli della politica , Marsilio, Roma 2007.

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